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sábado, 10 de diciembre de 2011

Los educadores quieren aprender, pero...

TecnoCaribe Expo 2011
Sala 102-C

Ayer estuve ofreciendo dos conferencias en TecnoCaribe Expo 2011. Este evento tuvo como fin de demostrar las herramientas tecnológicas emergentes que pueden incorporarse efectivamente en el contexto educativo contemporáneo. Tanto educadores como estudiantes extenderán sus capacidades para acceder, gestionar conocimientos, producir, compartir, comunicar o diseminar el conocimiento con los demás. De lo que se trata es de armar a nuestros educadores con nuevas competencias tecno-pedagógicas que ayuden a aumentar el potencial creativo e imaginativo del alumnado. Decenas de científicos, investigadores, teóricos y educadores compartieron interesantes charlas sobre la integración de las tabletas y sus aplicaciones en el proceso de aprendizaje social. 

El punto que deseo traer es el siguiente: Los educacores quieren aprender a manejar los recursos tecnológicos. El interés se ve en muchos educadores que quieren marcar la diferencia. Muchos quieren aprender a utilizar los recursos tecnológicos emergentes. Pero no se trata de los softwares privativos impuestos por el sistema, sino de los dispositivos con los que se identifica nuestra sociedad en general. No tiene sentido alguno invertir grandes cantidades de dinero  -sobre todo cuando la administración se queja de la crisis fiscal por la que atraviesa-  en recursos y aplicaciones que sólo sirven para trabajar dentro del aula. La comunidad educativa requiere de recursos que permitan la convergencia tecnológica tanto dentro como fuera del aula. Que el proceso de aprendizaje rebase toda limitación temporal o geográfica que los separa. 

La historia se repite año tras año... Grandes compañías de softwares vienen al sistema educativo a vender sus productos "educativos" (por no decir comerciales), con otros fines que van más allá de los socio-pedagógicos. La administración, en su afán de controlar el proceso de enseñanza y aprendizaje, firma los acuerdos para adquirir los recursos y para ofrecer los talleres de adiestramiento al personal docente. Gran parte de los talleres son ofrecidos por vendedores que desconocen por completo el proceso educativo, las necesidades e intereses de los docentes y sus estudiantes. No tienen idea alguna de cómo conectarse con la audiencia para demostrar el uso pedagógico que tiene el recurso, herramienta o aplicación. El enfoque se centra principalmente en la instrumentalidad del recurso/aplicación y no en la metodología instruccional que promueva el aprendizaje. El desenlace siempre es el mismo; educadores inconformes con el proceso de adiestramiento intensivo recibido. He sido testigo de muchos talleres tecnológicos ofrecidos en un solo día, como si la mayoría de los educadores se convirtieran ahora en expertos en TIC. Muchos se preguntan a sí mismos: Ahora tenemos tecnología, ¿pero qué haremos con la educación? El resultado final es esperado: Solo un puñado de educadores (1% o 2%) utiliza el recurso con sus estudiantes. De ese mínimo porcentaje de utilización tampoco de puede obtener un informe de rendición de cuentas, porque los educadores nunca fueron adiestrados para realizar dichos informes. Por lo tanto, nunca se evidenciará el verdadero impacto de la integración tecnológica en el contexto educativo. ¿Cómo se justificaría entonces la inversión?


La solución a esta dificultad estriba en lo siguiente: Mayor flexibilidad y libertad a la comunidad educativa. La administración educativa siempre intentará mantener el control del proceso pedagógico, amparándose en la peligrosidad de las redes dentro del sistema. Pero, creo que el problema no es tanto el qué harán los estudiantes en las redes escolares, sino lo que harán fuera de ellas: hogares, establecimientos públicos, hotspots o en la calle. La restricción constante contribuirá más al libertinaje digital por parte de los estudiantes. El acceso al material pornográfico siempre ha existido. Hoy día es más accesible por medio de los dispositivos tecnológicos, pero en mis tiempos se accedían por medios impresos y videocassettes que circulaban de bulto en butlo. ¡Vamos, no seamos ingenuos! Esto no es cuestión de alertarse, sino de orientar a los estudiantes hacia un uso adecuado de los recursos tecnológicos. 


Los docentes y alumnos necesitan el libre acceso de las redes sociales para que se puedan conectar con el mundo en el que viven. Nuestro sistema educa para sobrevivir a las pruebas estandarizadas, pero está fallando grandemente en aprender a sobrevivir al caos e incertidumbre de la era en la que vivimos. Los recursos tecnológicos, las redes sociales y las aplicaciones digitales son excelentes instrumentos de aprendizaje que abren nuevas ventanas hacia el conocimiento. Son los recursos con los que se identifican nuestros estudiantes. 


Ahora mismo nos encontramos con estudiantes que pasan largas horas socializando en Facebook o Twitter, accediendo a vídeos de YouTube, texteando desde sus móviles, fotografiando desde sus móviles y editando sus propios vídeos. Algunos se han atrevido a producir sus propias aplicaciones. Es decir, son usuarios recurrentes de la tecnología. Sin embargo, cuando les pedimos que redacten un análisis crítico o un ensayo (expositivo o argumentativo) no tienen las habilidades para conectar sus estructuras mentales. Incluso, ni saben redactar con propiedad porque están acostumbrados a escribir tal y como hablan en la calle. Por otro lado, cuando les pedimos que se paren al frente a llevar a cabo una presentación, se quedan mirando todo el tiempo lo que aparece en la pantalla porque tampoco poseen la habilidad de ir más allá de la información que consiguieron previamente. Claro, si fueron entrenados en el aula para creer en lo que dice una sola fuente de información. No podremos exigirle a nuestros estudiantes que hagan lo que nosotros no llevamos a la práctica...


A lo que quiero ir con este tema es que los educadores del siglo 21 nos toparemos con estudiantes que irán adquiriendo su propia actitud tecnológica, porque las restricciones del sistema educativo nunca les permitieron orientarse sobre el uso adecuado de los recursos digitales. Por tanto, los estudiantes se acostumbrarán más al uso de estos dispositivos con fines lúdicos y de ocio (y en algunos casos en su propio detrimento). Y lo peor de todo, es que algunos jóvenes tendrán una huella digital que les afectará en su integración al mundo laboral. 


Los educadores quieren aprender; los estudiantes quieren aprender... pero no de la manera restrictiva, controladora, centralizada, opresiva, dictatorial, programada y secuencial que impone el sistema educativo. El aprendizaje del siglo 21 ya no es organizado o lineal, sino desordenado y ramificado. Los estudiantes de hoy ya no leen ni esccriben como los de antes. Tampoco estudian ni aprenden como los de mi generación. Lamentablemente, cualquier persona que aprenda de manera diferente a la establecida por el sistema se le diagniostica con un problema de aprendizaje. ¿No será mejor que algunos educadores padezcan de problemas de enseñanza? ¿No será que algunos directivos padezcan de problemas socio-pedagógicos? Digo esto porque la culpa es siempre del que enseña y del que aprende, pero nunca del que administra o dirige el sistema.

Ahora mismo la inclusión solo existe en los impresos que conforman unas leyes acordadas por los ministros de educación y los gobiernos. Pero todos sabemos que el sistema clasifica a los aprobados y los reprobados; a los titulados y a los desertores; a los intelectuales y a los analfabetas; a los normales y a los discapacitados. ¿De qué inclusión están hablando? Nuestro departamento de Educación (DEPR) acaba de sacar el perfil del estudiante del nuevo milenio. ¿Y qué pasará con aquellos estudiantes que no cumplan con los rasgos de ese perfil? Nuevamente, caemos en el terrible error de singularizar el proceso educativo. No quieren aceptar que el perfil del estudiantado cada día es más universal, más diversificado, más versátil, porque el mundo en el que vivimos se comporta de esa manera. 


Ustedes, mis queridos lectores, se han preguntado alguna vez ¿para qué estudiamos Educación? Pasamos cuatro o cinco años estudiando un bachillerato, tres o cuatro en una maestría y 3 o más en un doctorado, para luego pasar los restante 15 o 20 años pagando la deuda del préstamo estudiantil. Para el colmo, pasar largos meses esperando una posición vacante en la escuela o universidad sin algunos de los beneficios marginales adquiridos por otros educadores. Y como si fuera poco, entrar al sistema educativo para que nos digan qué tenemos que enseñar, con qué y cuáles son los recsultados esperados. Que nos den un esbozo secuencial (currículo) de lo que vamos a enseñar en el aula, con los recursos y materiales disponibles (anacrónicos) en un ambiente de aprendizaje deplorable. ¿Y aún así esperan grandes resultados? 


Nosotros los educadores no estamos para seguir unas recetas impuestas que nos prescriban lo que tenemos que hacer o no en la sala de clases. Estamos para crear nuevas formas de sumergir a los estudiantes al proceso de aprendizaje. Nuevas formas de acceder paquetes distribuidos de información para gestionarlas en nuevos conocimientos a través de las múltiples formas de representación y a través de nuestras múltiples capacidades de inteligencia. ¿Acaso seguir recetas prescritas es educar?  Para mí, educar es innovar, crear y aplicar nuevas formas de hacer las cosas. Es modelar lo que sabemos y hacemos para que los estudiantes descubran sus propios talentos personales. Se basa en mostrar la gran variedad de nortes a seguir, sin que se queden mirando al dedo que apunta hacia dónde serguir...


Todo esto por las disposiciones del ministerio de educación nacional (Gobierno Federal en nuestro caso) que se rigen más por el producto final o evaluación sumativa que en todo un complejo proceso formativo de aprendizaje. Caramba, para hacer esto no hay que estudiar tanto. Para repetir/reproducir/transcribir lo que dicen los textos no hace falta pasar tantos años estudiando los marcos filosóficos, marcos teóricos, metodologías instruccionales, modelos de enseñanza y técnicas pedagógicas. Si al fin y al cabo siempre terminaremos enseñando de la misma manera; la impuesta por un sistema que no nos provee los recursos, materiales ni herramientas adecuadas. Ni tampoco las condiciones laborales apropiadas para desarrollar nuevos escenarios de aprendizaje. Nos contratan por unos años y después nos dejan en la calle. ¡Vamos, para esto cualquiera puede ser educador!


Sin embargo, muchos educadores estamos aprendiendo por nuestra propia cuenta. Aprovechamos las bondades de la web para establecer nuevos sistemas auto-organizados, comunidades de práctica, grupos de apoyo y otras redes cognitivas (PLE/PLN/SLE). No hace falta invertir tanto dinero en una educación formal y desarticulada de la realidad global. Los sistemas auto-organizados cuentan con un voluntariado dispuesto a viajar largos kilómetros para ayudar a otros profesionales a aumentar sus posiblidades. Están dispuestos a conectarse a cualquier hora del día para colabrar en proyectos transnacionales. Un grupo de CiberEducadores que producen interesantes contenidos en sus entornos digitales y los dejan a la total disponibilidad de los cibernautas interesados en accederlos. 


Muchos nos conectamos con nuestros estudiantes desde otras redes abiertas, democráticas, libres y descentralizadas porque sabemos que la educación no debe verse como un gasto monetario, sino como una inversión social. Nuestros administradores se basan más en el dinero de toda una jerarquía de inútiles que se ganan un dineral sentados en sus escritorios dando órdenes a sus subordinados. Cuando éstos deberían estar pensando en cómo abrir sus centros a tod@ aquel que desee aprender, a desarrollar nuevos programas académicos articulados a la realidad global, a expandir la oferta académica sin gastar dinero en construcciones ni estacionamientos adicionales y a desarrollar proyectos innovadores que ayuden a enfrentar los fenómenos sociales emergentes. Disponemos de una tecnología abierta y gratuita, con educadores de altas credenciales que a diario comparten su saber en la web...


Te has preguntado, ¿para qué tememos un sistema educativo corporativo?
  • Para crear armamentos de destrucción masiva
  • Para plantar nuestras banderas en el espacio exterior
  • Para apoderarse de la banca, los bonos y los ahorros del pueblo trabajador
  • Para explotar a las clases humildes trabajadoras
  • Para extraer las riquezas naturales sin importar las consecuencias ambientales
  • Para crear líderes que vayan en búsqueda de sus horizontes de jubilación
  • Para mercadear las curas del HIV, Cáncer y otras patologías
  • Para utilizar las leyes gubernamentales o eclesiásticas a la propia conveniencia de quienes las promulgan
  • Para crear falsas crisis globales que protejan el modelo obsoleto y desarticulado que beneficia a unos pocos y excluye a la mayoría
Las crisis sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales, administrativas, éticas, son el claro reflejo de lo deficiente que ha sido nuestro sistema educativo. Un sistema que le cierra las puertas a las posibilidades de las personas con limitaciones económicas, socio-culturales, físicas, emocionales o cognitivas. Un sistema que enseña para aprobar materias, pero no para ser personas que piensan en el bien común, que sean empáticas, que sepan gestionar sus propias emociones, que tengan el temperamento para manejar conflictos organizacionales, que carecen de habilidades de liderato, que no tienen creatividad, imaginación y no tienen la más mínima idea de lo que representa el emprendimiento social. Muchos de esos son los que lideran los sistemas y dicen que no disponen de los recursos para solucionar la crisis. Se pasan hechándole la culpa a los pasados administradores por sus malas decisiones administrativas. La crisis no es económica ni pedagógica; la crisis es por de falta de liderato y de personas comprometidas para dar todo de sí mismas.

La estructura que tenemos ya no representa el modelo pedagógico, económico, socio-cultura, científico y ambiental de la era. Los educadores van a aprender, pero no de la manera impuesta por el sistema. Los educadores comenzarán a aprender por su popia cuenta y trabajarán para buscar clientes, no jefes. Trabararán en proyectos con personas de cualquier parte del mundo. Los referentes nacionales dejarán de ser útiles y nuevas formas de evaluar las competencias personales serán implementadas.


A ti, educador que lees este artículo... aprovecha todos los eventos educativos de desarrollo profesional presenciales y virtuales que se ofrezcan. ¡Son gratuitos! Actualizate constantemente y atrévete a crear tu propia identidad digital. Comparte lo que sabes sin esperar nada a cambio. No seas parte de la corriente del inmovilismo, sé un hacedor de olas que transforme el entorno local y global... 



Te invito a que formes parte de las múltiples comunidades de aprendizaje que hay en la web. Comienza a aplicar lo aprendido en tu entorno. Sé diferente, pues cambiando nosotros mismos, iniciaremos el cambio del sistema desarticulado en el que laboramos... 

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